Tindaya
La montaña de Tindaya, en el municipio de La Oliva
(Fuerteventura), alberga un gran tesoro realizado por los majos, los aborígenes
naturales de la isla. Se trata de manifestaciones rupestres de incalculable
valor, concretamente 213 podomorfos, y numerosos depósitos de material
arqueológico, que se encuentran en la ladera sur de la montaña.
Este lugar de extraordinaria belleza y singularidad,
se alza como prueba y testimonio del pasado canario, ofreciéndonos información
sobre el poblamiento insular, dada la estrecha relación de los grabados con el
Norte de África y las poblaciones bereberes (amazigh).
Pues bien, desde hace 20 años, este lugar es objeto
de debate y polémica debido a la idea del escultor vasco Eduardo Chillida, que
una noche soñó con realizar una obra mística que uniera el arte y la
naturaleza. Su proyecto consistía en la construcción de un “cubo vacío” con un
túnel y dos tragaluces en el interior de una montaña; un “espacio para el
hombre”. Tras recorrer diversos países europeos puso la mirada en Tindaya y con
ello el inicio de la discordia.
La respuesta ante esta propuesta no se hizo esperar
por parte de la sociedad canaria, aunque las opiniones no eran unánimes. Muchos
políticos y empresarios destacaron la excepcionalidad de la obra de Chillida
como reclamo turístico, artístico y cultural, que pondría a la isla en el punto
de mira nacional e internacional. Sin embargo, la reacción de organizaciones
ecologistas y gran parte de la población canaria no pudo ser más contraria,
puesto que resultaba paradójica la defensa de los valores artísticos y
culturales cuando se quería llevar a cabo la destrucción del patrimonio
cultural canario.
En mi opinión, resulta incongruente destruir para
construir. Y más si esa construcción (sin ningún tipo de pasado, testimonio,
herencia o legado) compite con la singularidad y particularidad de Tindaya.
Algunas voces han planteado el traslado de los grabados a un museo para así
poder llevar a cabo el proyecto del artista vasco. No obstante, esta teoría es
absurda por diversos motivos, ya que pone en peligro ese patrimonio
innecesariamente y lo desvincula de su lugar de origen por un mero capricho.
De esta forma, el debate se ha ido alargando con el
paso del tiempo. Recientemente, el Tribunal Superior de Justicia declaró Bien
de Interés Cultural a Tindaya. A pesar de ello, la protección y salvaguarda de
este monumento sigue en peligro, pues el presidente del Cabildo de
Fuerteventura (Mario Cabrera), persiste en su idea de proseguir con el proyecto
de Chillida, anunciando que próximamente se sacará a concurso su realización.
Lo cierto es que, a día de hoy, el Gobierno ha
gastado más de 20 millones de euros en la realización del proyecto, sin que se
haya producido ningún cambio en la situación, ni se sepa el destino de tales
fondos, aunque la actual imputación de Rafael Bittini parece aclarar las dudas.
Cuevas del Poblado de Tara
El
poblado aborigen de Tara, situado en el municipio de Telde, es un asentamiento
de cuevas artificiales excavadas a mano, que eran utilizadas como vivienda y
para el almacenamiento de ganado. También cuenta con casas de piedra con
techumbre.
Este
poblado ha sido reutilizado desde época prehispánica hasta la actualidad, por
lo que su estado ha variado considerablemente. Se distinguen varios conjuntos
de cuevas:
- Cuevas afectadas por la actividad agrícola, debido a la presencia de bancales que alteran los niveles arqueológicos.
- Cuevas de Los Majanos o El Cascajo: situadas en la parte alta de Tara, quedaron dañadas por la actividad agrícola.
- Cuevas de Malverde: cuevas naturales acondicionadas y modificadas para el uso humano.
- Cuevas artificiales situadas sobre el Barranco de la Herradura.
La
supervivencia de dichas cuevas se ha visto en serio peligro a lo largo de la
historia, no sólo por su destrucción para fines agrícolas, sino también por la ocupación
de las mismas por parte de aparceros, medianeros, pobres y marginados sociales.
Esta
lamentable situación, lejos de mejorar ha empeorado con los años. En la actualidad,
el yacimiento se encuentra en una propiedad privada y en un estado de conservación
deplorable (apuntalamientos insuficientes, escombros, residuos sólidos,
desprendimientos, etc).
Se
hace necesario, por tanto, adoptar los mecanismos necesarios para su limpieza, conservación
y protección de este espacio arqueológico de gran valor cultural. Asimismo, se
debe estimular el cambio hacia la sostenibilidad, proporcionando a la sociedad
información relevante y fidedigna al respecto.
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