Desde que comenzara la Guerra Civil en Siria en
enero de 2011, hemos sido testigos de una crisis humanitaria con miles de
muertos, millones de refugiados y ciudades gravemente dañadas o destruidas.
Sin embargo, durante los conflictos armados, el
patrimonio cultural queda relegado a un segundo plano como consecuencia de la
guerra. Por ello, son las instituciones internacionales las encargadas de velar
por la protección y salvaguarda de ese patrimonio.
Las ruinas romanas en la ciudad de Apamea han sido objeto de saqueos y robos
De esta forma, la directora general de la UNESCO,
Irina Bokova, hace un llamamiento a los combatientes sirios mediante estas
palabras: “Exhorto a todas las partes
presentes a tomar las medidas necesarias para evitar que se causen daños
adicionales a este patrimonio que se encuentra entre los más preciosos del
mundo islámico”.
Se hace necesario dejar de lado las cuestiones políticas
y religiosas en la lucha por la protección de un patrimonio que pertenece a un
legado cultural de importancia mundial, y no a coyunturas políticas, sociales o
económicas.
Dicho patrimonio está siendo objeto de continuas
destrucciones, robos y saqueos. Con el objetivo de acabar con tales violaciones,
el Consejo Internacional de Museos (ICOM), organismo dependiente de la UNESCO,
ha elaborado una lista con los monumentos y obras que han de ser protegidos por
las leyes nacionales e internacionales.
Una de las mezquitas de Aleppo totalmente destruida
Sin embargo, estos planteamientos teóricos quedan
muy bien sobre el papel, por lo que habrá que esperar a ver la intervención directa
y eficaz de dichos organismos en la protección, conservación y custodia de un
patrimonio que corre peligro a diario.
Resulta paradójico que en pleno siglo XXI, con la tecnología
y miles de recursos al alcance de nuestras manos, esta herencia cultural siga
estando en continuo peligro. Cabe comentar que, durante la Guerra Civil
Española (1936-1939), fueron las fuerzas republicanas las encargadas de velar
por la custodia y protección del patrimonio español, en una época de guerra y en
clara desventaja con respecto a sus enemigos.
Es obvio que, casi a principios del siglo XX, los
recursos militares y tecnológicos no eran los mismos que los de la actualidad. El
esfuerzo logístico y humano que desempeñaron los miembros de la República en
poner a salvo el patrimonio fue incalculable y desmedido, y más teniendo en
cuenta los escasos recursos con los que contaban.
Por tanto, es evidente que los organismos
internacionales actuales poseen los medios y recursos necesarios para velar por
la protección del patrimonio sirio, poniéndolo en resguardo en la medida de lo
posible.
No obstante, con estas palabras no quiero llamar a equívocos,
puesto que solo defiendo el traslado (como último recurso y siempre que sea
posible), de dicho patrimonio de manera temporal hasta que se supere la
coyuntura bélica. Me refiero a los conocidos como “Museos Expolios”, que como
el Museo Británico o el Louvre exhiben tesoros extranjeros a miles de kilómetros
de sus lugares de origen. Son muchos los países que reclaman la devolución de
su pasado tras décadas de lucha, sin que hayan recibido, por ahora, nada o muy
poco de lo demandado.
En definitiva, abogo por una mayor implicación de
los organismos internacionales en la lucha por la defensa del patrimonio sirio
y unos castigos más severos contra aquellos que atenten contra la cultura,
aunque está claro que ahí no reside la solución de un problema que nos afecta a
todos.
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