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jueves, 26 de septiembre de 2013

La destrucción del Patrimonio de Cirene



En Cirene, una antigua ciudad griega situada al noroeste de Libia, se encuentra una vasta necrópolis que incluye templos, teatros, tumbas y acueductos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

A pesar de dicha catalogación, una parte de la necrópolis ha sido destruida con maquinaria pesada para dar paso a la construcción de casas y comercios. El origen de estos atentados reside en un conflicto sobre la tenencia de la tierra. Tradicionalmente, estas tierras pertenecían a los agricultores de la zona, aunque no haya documentación oficial que así lo atestigüe.



Esta violación del patrimonio se produce ahora, tras la muerte del líder Gadaffi y el derrocamiento de su gobierno. Los agricultores que han invadido y arrasado con estas obras y monumentos, pretenden vender la propiedad de la tierra a empresas privadas, promotores y particulares.

Sin embargo, son muchas las personas que han alzado las voces en señal de protesta. Entre ellas, se encuentra el profesor de arqueología de la Universidad de Bayad (Libia), Ahmed Hussein, que recientemente ha declarado lo siguiente: “Hice todo lo posible para detener este desastre. Apelé, en vano, a las autoridades. Me puse en contacto con las fuerzas de seguridad de la ciudad, y me informaron que no podían intervenir sin un escrito oficial de las autoridades, no han hecho nada para involucrarse. Incluso telefoneé al ministro de Cultura. Le dejé un mensaje y hasta ahora no tengo ninguna noticia”.



Una vez más, somos testigos de la apatía y sinvergonzonería de las autoridades locales, que no muestran el menor interés y preocupación por su propio patrimonio. A pesar de la no intervención del Gobierno Libio, se hace necesario una participación e involucración de los organismos internacionales.

Estas destrucciones no son el resultado de un conflicto bélico, sino de la actividad humana de unos pocos, a los que probablemente se les podría haber contentando con una compensación económica a cambio de las tierras, evitando así estas pérdidas, ya irrecuperables.

Como podemos ver, no solo en los conflictos armados se producen daños en los bienes culturales, sino que a veces también se producen destrucciones de manera intencional. Por ello, en julio de 2003, se planteó la posible adopción de un proyecto de declaración sobre la destrucción intencional de bienes culturales.

Se trata, por tanto, de promover el compromiso, la responsabilidad y el deber, por parte de los Gobiernos, en la lucha por la defensa y protección del patrimonio. A ello se une la labor de concienciar y educar a la sociedad, para que valoren y cuiden de este legado histórico y cultural.

martes, 24 de septiembre de 2013

El Patrimonio Cultural, víctima de los conflictos armados



Desde que comenzara la Guerra Civil en Siria en enero de 2011, hemos sido testigos de una crisis humanitaria con miles de muertos, millones de refugiados y ciudades gravemente dañadas o destruidas.

Sin embargo, durante los conflictos armados, el patrimonio cultural queda relegado a un segundo plano como consecuencia de la guerra. Por ello, son las instituciones internacionales las encargadas de velar por la protección y salvaguarda de ese patrimonio. 

 
Las ruinas romanas en la ciudad de Apamea han sido objeto de saqueos y robos



De esta forma, la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, hace un llamamiento a los combatientes sirios mediante estas palabras: “Exhorto a todas las partes presentes a tomar las medidas necesarias para evitar que se causen daños adicionales a este patrimonio que se encuentra entre los más preciosos del mundo islámico”.

Se hace necesario dejar de lado las cuestiones políticas y religiosas en la lucha por la protección de un patrimonio que pertenece a un legado cultural de importancia mundial, y no a coyunturas políticas, sociales o económicas. 

Dicho patrimonio está siendo objeto de continuas destrucciones, robos y saqueos. Con el objetivo de acabar con tales violaciones, el Consejo Internacional de Museos (ICOM), organismo dependiente de la UNESCO, ha elaborado una lista con los monumentos y obras que han de ser protegidos por las leyes nacionales e internacionales. 


                 Una de las mezquitas de Aleppo totalmente destruida


Sin embargo, estos planteamientos teóricos quedan muy bien sobre el papel, por lo que habrá que esperar a ver la intervención directa y eficaz de dichos organismos en la protección, conservación y custodia de un patrimonio que corre peligro a diario. 

Resulta paradójico que en pleno siglo XXI, con la tecnología y miles de recursos al alcance de nuestras manos, esta herencia cultural siga estando en continuo peligro. Cabe comentar que, durante la Guerra Civil Española (1936-1939), fueron las fuerzas republicanas las encargadas de velar por la custodia y protección del patrimonio español, en una época de guerra y en clara desventaja con respecto a sus enemigos.

Es obvio que, casi a principios del siglo XX, los recursos militares y tecnológicos no eran los mismos que los de la actualidad. El esfuerzo logístico y humano que desempeñaron los miembros de la República en poner a salvo el patrimonio fue incalculable y desmedido, y más teniendo en cuenta los escasos recursos con los que contaban.

Por tanto, es evidente que los organismos internacionales actuales poseen los medios y recursos necesarios para velar por la protección del patrimonio sirio, poniéndolo en resguardo en la medida de lo posible. 

No obstante, con estas palabras no quiero llamar a equívocos, puesto que solo defiendo el traslado (como último recurso y siempre que sea posible), de dicho patrimonio de manera temporal hasta que se supere la coyuntura bélica. Me refiero a los conocidos como “Museos Expolios”, que como el Museo Británico o el Louvre exhiben tesoros extranjeros a miles de kilómetros de sus lugares de origen. Son muchos los países que reclaman la devolución de su pasado tras décadas de lucha, sin que hayan recibido, por ahora, nada o muy poco de lo demandado.

En definitiva, abogo por una mayor implicación de los organismos internacionales en la lucha por la defensa del patrimonio sirio y unos castigos más severos contra aquellos que atenten contra la cultura, aunque está claro que ahí no reside la solución de un problema que nos afecta a todos.