El Cenobio de Valerón es un yacimiento
arqueológico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), y ubicado en el
municipio de Guía, en la “Cuesta de Silva”.
Camino que lleva al Cenobio de Valerón |
Se trata de un granero colectivo
prehispánico, labrado en toba amarilla y situada bajo un arco de basalto de 30
metros de ancho por 25 metros de alto. Posee 298 cuevas distribuidas en varios
niveles o pisos, que cuentan con peldaños y caminos de acceso. También se
observan ranuras para la colocación de puertas, múltiples agujeros para fines
domésticos y alacenas.
Imagen del granero colectivo |
Una de las primeras noticias que se
tienen sobre la existencia del Cenobio de Valerón o de las Harimaguadas, se
remonta a 1885:
“Nuestro camino discurría por la
costa, casi en la misma playa, con la carretera más arriba. Una roca curiosa
penetra en el mar como si fuese un arrecife y el oleaje ruge con un sonido
atronador. Algunas chozas cerca del mar, hechas de piedra y techadas con barro,
podrían ser viviendas de antiguos canarios, ya que son muy parecidas. Hay una
gran cantidad de cochinilla por todas partes; no será una pérdida para la
belleza del paisaje cuando este feo cactus deje de cultivarse. Nos sorprendió
ver en una choza al menos siete vacas lecheras, o sea que, en esta parte al
menos, no debe escasear la mantequilla. Cabalgamos colina arriba por un sendero
empinado que nos condujo a la carretera, sin lugar a dudas la misma montaña por
la que subieron Silva y sus soldados portugueses. Cerca de la parte alta, a 450
pies sobre el nivel del mar, hay un grupo de cuevas pertenecientes a los
antiguos canarios, toscamente excavadas en la roca, con entradas que son
agujeros cuadrados. Más arriba todavía hay una cueva grande, antigua vivienda
de un guanarteme, quizás la misma a la que los generosos isleños llevaron a
Silva y sus hombres para alimentarlos. Sin embargo, nuestro arriero olvidó
mencionarla, así que no la vimos, pero creo que se encuentra cerca de la nueva
carretera. Eran las 3:45 cuando alcanzamos la carretera, a 700 pies sobre el
nivel del mar. El Pico de Gáldar –un magnífico cono rojo- apareció
repentinamente, elevándose en medio de una llanura”.
En el primer piso destaca una cueva
espaciosa de planta casi circular y techo abovedado. A su diestra hay una
cueva-alcoba y a su izquierda una especie de alacena de forma cuadrangular. Las
paredes tienen agujeros para colgar los utensilios domésticos.
Detalle de las oquedades |
En el segundo piso hay varias
cuevas, donde se hallaron fragmentos de morteros y piedras de molinos, así como
piedras planas y redondeadas empleadas como herramientas del hogar.
En el quinto piso, las cuevas son de
dimensiones más reducidas, y se distinguen del resto de oquedades por ser más
alargadas y tener un techo más bajo, a manera de sarcófagos o criptas. Así
mismo, cuentan con una menor iluminación, sus dependencias están más alejadas
de las demás y no están comúnmente comunicadas entre sí.
Gracias a las excavaciones y obras
de limpieza realizadas por el Plan Nacional de Excavaciones y el Ayuntamiento
de Guía, se descubrieron 59 piezas arqueológicas, entre las que destacan
hachas, pintaderas, puertas o piedras de molino.
Molino de piedra |
Se sabe que los canarios practicaban
una agricultura de regadío, que garantizaba la obtención casi regular de buenas
cosechas, lo que permitía la acumulación de excedentes de granos, que
conservaban para las futuras cosechas o para años de escasas lluvias.
De esta
forma, este excedente alimenticio era almacenado en los silos o graneros
colectivos, que se encontraban en lugares fácilmente defendibles y de gran
interés. Amén del Cenobio de Valerón, también existen otros graneros como el de
Temisas, El Draguillo, Acusa, Isleta, Las Moriscas, La Montañeta de Mota, La
Cueva del Moro de Agaete, etc.
A lo largo de la Historia, muchos
cronistas e investigadores han dejado constancia de este yacimiento
arqueológico, destacando los siguientes testimonios:
Francisco Morales Padrón dijo que “tenían
silos en los riscos i se conservaba el grano muchos años sin dañarse, lo qual
ahora no puede conseguirse sin que se pique de gorgojo”.
En un pasaje de su Crónica, Sedeño
menciona a las personas encargadas de custodiar los graneros: “de los frutos
que cojían daban cierta parte de todos ellos, que parece ser la décima parte, a
personas que tenían a guardarla sustentarse de ellas. Estos eran hombres que
viuían en comunidad como religiosos. Tenían también doncellas que guardaban
castidad, viuían en cuevas y casa de tierra. Los años de poco fructo no tomaban
diesmos para guardar, antes para repartir en los pobres, i ellos comían de lo
guardado de los años antes, i siempre socorrían con limosnas aunque esto tocaba
más a el señor de la tierra”.
Vista del Cenobio desde la carretera |
El historiador canario, Pedro
Agustín del Castillo, vinculó el silo con un convento o cenobio, a pesar de
conocer la costumbre de los canarios de almacener el grano en cuevas. Así,
comenta que “la misma sebada, de la que era en los antiguos canarios gran
cosecha, que conservaban en las cuevas y cántaros de barro, en que se halla
hasta este tiempo, tan entera y con su casullo, que sólo por estar el color un
poco más oscuro pudo aver persuadido a un Canónigo de esta Santa Yglesia, a
quien la mostré, ser de aquella antigüedad”.
En definitiva, se trata de un
monumento arqueológico de gran interés histórico que nos permite conocer mejor
los modos de vida de los antiguos canarios.
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