En Cirene, una antigua ciudad griega situada al
noroeste de Libia, se encuentra una vasta necrópolis que incluye templos,
teatros, tumbas y acueductos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO.
A pesar de dicha catalogación, una parte de la necrópolis
ha sido destruida con maquinaria pesada para dar paso a la construcción de
casas y comercios. El origen de estos atentados reside en un conflicto sobre la
tenencia de la tierra. Tradicionalmente, estas tierras pertenecían a los
agricultores de la zona, aunque no haya documentación oficial que así lo atestigüe.
Esta violación del patrimonio se produce ahora, tras
la muerte del líder Gadaffi y el derrocamiento de su gobierno. Los agricultores
que han invadido y arrasado con estas obras y monumentos, pretenden vender la
propiedad de la tierra a empresas privadas, promotores y particulares.
Sin embargo, son muchas las personas que han alzado
las voces en señal de protesta. Entre ellas, se encuentra el profesor de arqueología
de la Universidad de Bayad (Libia), Ahmed Hussein, que recientemente ha
declarado lo siguiente: “Hice todo lo
posible para detener este desastre. Apelé, en vano, a las autoridades. Me puse
en contacto con las fuerzas de seguridad de la ciudad, y me informaron que no
podían intervenir sin un escrito oficial de las autoridades, no han hecho nada
para involucrarse. Incluso telefoneé al ministro de Cultura. Le dejé un mensaje
y hasta ahora no tengo ninguna noticia”.
Una vez más, somos testigos de la apatía y sinvergonzonería
de las autoridades locales, que no muestran el menor interés y preocupación por
su propio patrimonio. A pesar de la no intervención del Gobierno Libio, se hace
necesario una participación e involucración de los organismos internacionales.
Estas destrucciones no son el resultado de un
conflicto bélico, sino de la actividad humana de unos pocos, a los que
probablemente se les podría haber contentando con una compensación económica a
cambio de las tierras, evitando así estas pérdidas, ya irrecuperables.
Como podemos ver, no solo en los conflictos armados
se producen daños en los bienes culturales, sino que a veces también se
producen destrucciones de manera intencional. Por ello, en julio de 2003, se
planteó la posible adopción de un proyecto de declaración sobre la destrucción
intencional de bienes culturales.
Se trata, por tanto, de promover el compromiso, la
responsabilidad y el deber, por parte de los Gobiernos, en la lucha por la
defensa y protección del patrimonio. A ello se une la labor de concienciar y
educar a la sociedad, para que valoren y cuiden de este legado histórico y
cultural.